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Siete glorias del Hijo de Dios

19 de diciembre de 2025 por
Siete glorias del Hijo de Dios
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Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Hebreos 1:1-3


Por: Carlos Villamil


Los versículos citados arriba recogen caracteres únicos y exclusivos del Señor Jesús. En primer lugar, Él es la manera más sublime y completa en la que Dios nos ha hablado, en contraste con los profetas, cada uno de los cuales habló parcial y temporalmente. Siendo el Verbo viviente de Dios, es decir Dios mismo, cada una de sus palabras y hechos constituyen manifestaciones de Dios.

El Señor Jesús es también el heredero de todo lo que fue creado, es decir que “todo fue creado por medio de Él y para Él” (Col. 1:16). Tú y yo, hermano, hermana, de manera muy intencional fuimos creados para el Hijo. Habíamos perdido ese objetivo, hasta que nos rescató. Y, ¿para quién fuimos redimidos? El Padre nos dio al Hijo. Él nos llama delante del Padre: “aquellos que me has dado” (Jn. 17:24).

El Hijo es también el resplandor de la gloria de Dios, y así lo vemos en esta tierra muchas veces. Esa gloria brilló en su Persona vez tras vez, como cuando hizo que las obras de Dios se manifestaran en el ciego, o cuando resucitó a Lázaro (Jn. 9:2; 11:40). ¡Aún sigue mostrando esa gloria, rescatando, salvando y santificando a tantos ciegos y muertos espirituales de hoy!

“Él es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15). Todo lo que Dios es en la gloria, lo es el Hijo como hombre. Todo lo que Dios es, lo ve, sin ninguna sombra, representado en el Hijo. Contemplarlo a Él es contemplar al Padre (Jn. 14:9).

“Todas las cosas en Él subsisten” (Col. 1:17). El Señor Jesús es el Sustentador del universo. Pilato, Herodes, los soldados y los principales sacerdotes, debían su respiración, alimento y salud a Él. Un solo gesto de su parte hubiera significado su muerte. ¡Qué gracia mostrada a Sus enemigos! ¡Qué fidelidad muestra hacia nosotros, pues Él es también el sustentador fiel de la nueva vida que nos dio!

Pero, el que sustenta todo con la Palabra de su poder, no pudo efectuar la purificación de nuestros pecados sólo emitiendo una orden. Era necesario que viniera personalmente y fuera a la cruz. Una vez hecha la gloriosa obra de redención, se sentó a la diestra de la Majestad en los cielos. Allí está, y desde allí nos ve y nos sustenta. ¡Cuán variados motivos tenemos para alabarle! ¡Cuán digno es Él de que nuestros corazones se deleiten en contemplarle y exaltarle!

Meditad bien sobre vuestros caminos